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     En consecuencia, proponemos explorar los casos de las pícaras, mujeres sueltas por antonomasia de la literatura, a través del ejemplo de La Lozana andaluza (1528) y contrastarlo con el de otros casos de mujeres anónimas “piedras rodaderas” o rolling stones que dejaron su huella en los archivos, pues al contrario de lo que prescribían los tratados de conducta, las mujeres se movían más o menos a sus anchas por toda la geografía. Es importante notar también que las pícaras, estas mujeres andariegas y viajeras empedernidas, tienen un antecedente en las “doncellas andantes” de los libros de caballerías.  En “La doncella andante y la libertad imaginada,” M.a Carmen Marín Pina hace un excelente análisis del papel de estas doncellas en los libros de caballerías. Nota Marín Pina que aunque las doncellas andantes se mueven a la par que los caballeros andantes por la geografía peninsular en busca de aventuras, estas no comparten con sus homónimos su calidad de guerreras.

Además, estas doncellas/mensajeras:

" cubren su cabeza y rostro con velos, mantos, tocas, mantelinas o antifaces, de esta forma protegen su cara del polvo y del sol a la par que la ocultan para no ser conocidas y evitar males mayores, pues huelga decir que las mujeres por los caminos son muy problemáticas." (Marín Pina 280; lo subrayado es mío)

 

Problemáticas porque despiertan “inevitablemente el deseo de los hombres” (Marín Pina 287) y en consecuencia su “irrupción en un espacio abierto en un principio masculino, está estrechamente ligado a la sexualidad, a una sexualidad libre en apariencia frente a la represión del nucleo familiar” (Marín Pina 289). Sin embargo, al mismo tiempo aunque las doncellas andantes recobren cierta independencia sexual también están más expuestas al ataque sexual o al “instinto diabólico” de los hombres, expresión utilizada en los documentos castellanos medievales para explicar los casos de violación.  Desde la misma literatura, los personajes masculinos subrayan el desorden que resulta de su presencia pues “las doncellas es vianda tan comedera, que hacen a todo el mundo salir de su natural… y por esso [los caballeros agresores] quedan merecedores de menos culpa… que muchas veces soy tentado destos accidentes, yo la tengo por pequeña” (fragmento del Palmerín portugués citado por Marín Pina 289). Por lo tanto, podemos dilucidar que, la doncella andante, como se encarga de repetir en bastante ocasiones Marín Pina a lo largo de su artículo es definitivamente “problemática.” Problemática porque el viaje, fuera de los deplazamientos justificados, no encaja en los límites establecidos para la mujer virtuosa. Sin embargo, la insistencia de las advertencias y reproches ponen de manifiesto que la mujer, como veremos más adelante, se pone en los caminos y atraviesa siguiendo el lema plus ultra, fronteras, oceános y continentes.

Nuestro botón de muestra o piedra rodadera literaria, La Lozana andaluza cuenta las fortunas y adversidades de una pícara/prostituta llamada Aldonza nacida en Córdoba, de padre rufián que murió, dejando pleiteando a su mujer y a sus tres hijas. Después del pleito que las llevó a Granada, “no queriendo tornar a su propia cibdad, acordaron de morar en Jerez y pasar por Carmona… Aquí Lozana conversó con personas que la amaban por su hermosura y gracia” (176; lo subrayado es mío), recordemos el sentido ya apuntado que cobra la palabra “conversación,” y estando allí “se le derramó la primera sangre que del natural tenía” (176), esto es, perdió la virginidad, sentido que ha sido apuntado por Manuel Criado del Val en “Antífrasis y contaminaciones de sentido erótico en La Lozana andaluza.

Este recorrido Mediterráneo ha sido estudiado por Manuel Da Costa Fontes en su interesante artículo“The Art of ‘Sailing” in La lozana andaluza” donde presenta unos argumentos bastante convincentes que apuntan al viaje marítimo de la pícara como alegoria de los tratos sexuales de la pareja por los principales puertos del Mediterráneo.